Conmoción

 

La adrenalina en mi cuerpo era tal, que por más que mi raciocinio intentara controlar mi estado, mis sentidos se agudizaban con el calor del ambiente, el latir enérgico de mi corazón y la avasalladora presencia de la multitud que no daba tregua ante la majestuosidad del hecho. Mi mente intentaba instalarse en ese abrumador presente, pero la relación gestada entre el pasado esperando este presente me removía imaginando el futuro que debía enfrentar y la ansiedad que sentía por llegar a él, mi familia ansiosa quizás tanto o más que yo mirándome a unos cuantos metros con ojos inundados de algún sentimiento que hasta entonces no he querido traducir, los vecinos, don Federico, quien ha vivido en la casa de ensueños del barrio, estaba junto a su bastón sentado a distancia celada de mi familia, de mi madre, pobre anciana canosa de sesenta dolorosos años, mi padre, hombre distante y orgulloso, miraba con cierto temor y recelo a lo que podía venir, mis hermanos, críos difíciles pero ingenuos ante una sociedad discriminatoria e injusta, con poco entender presenciaban el incómodo, esperado y trascendental momento para nuestras vidas, para mi vida, para toda la vida.

El silencio inundó la sala, las miradas de la multitud, porque había una multitud, se descontrolaban buscando a quien hizo con su sola entrada el orden y pudo controlar la euforia. Sonaron crujientes en la madera de un suelo gastado unos cuantos pasos que indicaban su presencia, de pronto con una gran bata negra y birrete toma lugar en el podio de la sala, con la mejor vista, con el control y poder sobre toda la multitud, incluyéndome, y claro incluyéndome pues era yo el motivo de tanto revuelo.

Mi corazón latía aún más fuerte, mi respiración se escuchaba a metros, la transpiración en mis manos se hacía evidente, y mi mente no procesaba más que recuerdos y un supuesto futuro, bloquee mi mente de tal manera, de no vivir el presente, pero ese presente, con esa audiencia en aquella colosal sala, con la multitud abrumadora y con el señorial e imponente hombre en el centro.

Fueron varias horas de conversatorios, interrogantes, recuerdos que mientras me mantenía a un costado del hombre de negro, mi mente bloqueo a toda persona e imagen participativa de esa sala, me mantuve inmóvil; sólo respondiendo con inercia las preguntas que jamás recordaré, las grabaciones que jamás vi, los llantos que escuché, hoy los transformé en sólo susurros; susurros que me acompañan cada día, a cada momento y cada segundo con cada respiración sin reconocer ni recordar nada, sino sólo las voces como única compañía.

Después de largos 37 años, en este espacio blanco en donde escribo, pude traducir ese sentimiento, que afloraba en los ojos inundados de mi familia, frustración, culpa, vergüenza, desolación y temor. Mientras más lo recuerdo, siento con vigor, la voz coloquial del hombre de negro, en medio del podio, cuando con entereza se levantó de su silla y dijo:

-       “Se declara al acusado, Culpable del secuestro a cinco menores

-       “Se declara al acusado culpable de la violación de 4 menores, la pena será de presidio mayor en su grado máximo.

-       “Se declara al acusado culpable de los homicidios y descuartizar los cuerpos de 5 menores,

-       Por haber efectuados estos hechos con alevosía, la pena es de presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo.

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