Soplo
Nunca es fácil acostumbrarse a estas paredes, frías,
blancas y vacías del típico gentío en casa.
Quizás
eso es lo que más añoro, los escandalosos pasos arrebatados de Black, nuestro
labrador, o las discusiones y corridas con mi hermano Pedro, es el menor con 6
años, yo soy el
afortunado hermano mayor, desventaja para Pedro, pues estaba siempre a mis
servicios a veces abusivos, pero supongo que era parte de la vida de ser
hermanos. Ahora es inevitable mencionar que mi fortuna no llegó muy lejos
porque Antonio tiene 15 años, él hace que cada uno de nosotros cumplamos sus órdenes,
pero de igual manera nos deja dormir con él cuando algo nos asusta.
Recuerdo
la llegado de Black, fue en una navidad en donde mamá a pesar de la negación de
todo el año ante nuestra petición con mis hermanos, nos lo regaló. Fue el único
regalo que obtuvimos ese año, pues las cosas no iban muy bien para ella, a
pesar de sus horas extras en el supermercado, se le hacía muy difícil criarnos
y mantener el arriendo, la escuela y mi hermano mayor hacía una semana había
cumplido los quince años, y con su permiso pudo comenzar a trabajar como
empaquetador en el mismo supermercado que mamá, definitivamente fue el mejor
regalo navideño.
Desde
que llegué aquí, mamá tuvo que dejar a Pedro con la vecina, vivimos en un cité
muy lindo por calle rozas, pero somos los únicos niños, la tía Clarita es la
vecina más cercana de mamá, calcula la hora y pasos cuando ella vuelve a casa,
para tocar a la puerta con una taza de café y las copuchas del cité, es
entretenido escabullirse para escucharlas, con Pedro nos mezclábamos entre las
torres de diarios que mamá tiene para juntar más dinero en el descansillo que
da a la cocina. Recuerdo que una vez tía Clarita llegó casi sin aire a contarle
a mamá del escándalo que había sucedido a eso de la media tarde, cuando por lo
general no se permite hacer ruido en el pasaje, pues don Juan, que es el vecino
del fondo, yace con ochenta y tantos años duerme la siesta, pero ese día con
escobillón en mano amenazaba la vida de una laucha que se estremecía de un lado
a otro por todo el cité, doña Catalina que es la más gruñona, salió a retarlo
por tal alboroto debido a una simple laucha, pobre don Juan entre vergüenza y
desagrado volvió a su siesta, no se supo más de él por varios días, siquiera
para su compra diaria de dos marraquetas y arrollado de huaso. Su ausencia hizo
que hasta don Víctor, su vecino más cercano pero enemigo eterno por amoríos de
la juventud se preocupara, y fue empecinado a golpear la puerta una y otra vez
sin resultado alguno, doña Catalina llamó a Carabineros, guardias municipales e
incluso ambulancia que para cuando al fin abrieron la puerta, encontraron a don
Juan tendido en su vergé con los audífonos puestos y Beethoven a todo volumen.
Pedro, como era de costumbre nos escabullimos entre paramédicos y carabineros
para averiguar que sucedía, entonces vimos por última vez su rostro pálido,
dormido el enfermero dijo que había muerto hace al menos 5 horas.
Creo
que es el acontecimiento más escandaloso que ha sucedido en el cité, doña
Catalina se sintió culpable mucho tiempo, pensaba que el susto de la laucha lo
había matado a pesar de que los paramédicos dijeron que había sido un paro
cardiaco.
A la semana del funeral vino un camión y desalojó la
casa de don Juan, con Pedro siempre estábamos revoloteando en el pasaje y
encontramos una caja llena de discos negros gigantes que arrastramos a casa sin
que nadie pudiese vernos. Los usábamos de escudos y platillos voladores, hasta
que Antonio nos descubrió y nos lo quitó, dijo que era música y que debíamos
cuidarlas, nunca supimos cómo se escuchaban porque nunca emitieron sonido
alguno cuando jugábamos con ellos y en la radio de mamá era imposible que se
conectaran.
Todos
los días nos sentábamos afuera de la casa de don Juan, esperando por los nuevos
vecinos rogando para que fueran más niños, o quizás una niña, queríamos que
nuestro citéclub creciera, pero hasta antes de llegar acá, eso nunca sucedió,
espero Pedro este ingeniándoselas para pasar el tiempo donde tía Clarita. Él
era muy bueno para los dibujos, yo la mente maestra por supuesto, pero él hacía
los mapas y escribía las ideas, locas ideas que teníamos, espero eso lo ayude
en mi ausencia para que cuando vuelva a casa tenga muchos libros e historias
que mostrarme.
Antonio
viene todos los días después del supermercado, tiene un extenso día en la
escuela, dice que le va muy bien y es el número uno de su clase, aunque química
no le gusta, me explica que por más que estudie no logra entenderla. Me ha
contado de su trabajo en el supermercado que las personas muchas veces hacen
como si él no existiera, a pesar de saludarlos a todos, de ser cordial como
mamá siempre nos ha enseñado, creo que es porque a los adultos no les gusta ir
al supermercado, con Pedro lo pasamos súper bien cuando acompañamos a mamá,
pero los entiendo porque mamá sufre cada vez que hay que ir, de hecho nos
advierte de no pedir demás, de no abrir nada que no se haya pagado ni hablar de
la sección de juguetes y la prohibición de acercarnos, dice que cada vez que un
niño lo hace viene el carro de reponedores y se los lleva, nosotros jamás
pondríamos en duda a mamá, una vez Antonio se atrevió y no le fue muy bien,
estuvo castigado una semana sin ver televisión.
Mamá
en cambio viene todas las mañanas a desayunar conmigo, se sienta a un costado,
trae panecillos con jamón que sabe que jamás me rehusaría a comer y leche sin
azúcar, dice que el azúcar es para quienes no tienen el paladar afinado y deben
obligarlo a sentir un sabor conocido. Es muy poco lo que habla, me acaricia lo
más que puede, pero debe correr al supermercado para llegar pronto, sino le
descuentan de su salario.
Mamá
tiene una personalidad única, a pesar de cualquier dificultad que tengamos siempre
llega con una sonrisa o un panorama genial a casa e intenta ocultar cualquier
tipo de problemática en que nuestra familia se encuentre, porque de alguna
forma u otra, trabajando hasta más tarde o vendiendo en la feria la torre de
diarios ella lo resuelve todo.
A
veces pienso que es inmortal, o fue enviada por un ser superior con alguna
misión que nosotros aún no podemos descubrir porque somos muy pequeños.
En
estos momentos, de mi brazo han conectados mangueras y me tienen muy
controlado, lo extraño es que me siento realmente bien, tengo buen ánimo, tengo
apetito varias veces al día, adoro las jaleas de fresas que dan en el desayuno
y a media tarde, estoy atento para cuando Mamá o Antonio vienen a verme, pero
aun así los médicos no quieren dejarme volver a casa, al menos no por ahora,
esperan que sufra un nuevo “episodio”
como decidió llamarle mamá y le pregunta constantemente al doctor si sufrí, éste
le dice que no tienen como saberlo, hasta determinar qué es precisamente lo que
me está pasando.
Quisiera
me lo preguntara a mí, pues la verdad es que no, no lo hice, y a pesar de ser
inesperado hay unos segundos previos en que mi corazón palpita un poco más
rápido, y mis sentidos se agudizan, siento el viento e incluso puedo saborear
el aire, podía escuchar las voces de toda mi familia, olores tan auténticos
como si estuviera frente al plato de carbonada de mamá, olores familiares,
olores llenos de calor, olores de amor, es como si pasara una cinta de película
a mi alrededor con imágenes de mi vida, pero en segundos, y de pronto, mis
músculos comienzan a regirse y simplemente caigo.
Antonio
acaba de llegar, puedo ver su agotamiento en su cara, está más cabizbaja de lo
normal, él siempre ha sido nuestro cuidador, e incluso el de mamá, cuando ella
llora sola en pieza o se frustra por no poder decirnos que si a todos nuestros
caprichos con Pedro, Él siempre va con un abrazo y le dice “tranquila mamá, sabes que yo soy tu mejor consejero, ¿quieres un
tecito?.”
Antonio
es siete años mayor que yo y nueve
que Pedro, para nosotros significa que sabe todo lo que nosotros nos podamos
imaginar y aún más, es mucho más prudente que nosotros, y no creo que sea
solamente por la edad, sino también porque ha asumido la protección de la
familia emocionalmente, con él podemos hablar de lo que queramos, todas
nuestras dudas las aclara rápidamente, sólo hay algo que está prohibido hablar
o preguntar, sobre papá pues se enoja, cambia el tema diciendo que no vale la
pena, y que revivirlo sólo le haría daño a mamá, preferimos con Pedro no
insistir.
Puedo
sentir la agudeza de mis sentidos, nuevamente, es como la primera vez, mi
corazón más agitado y vuelvo a sentir olores familiares, de amor, llenos de
amor, puedo ver a Antonio en la silla contigua a mi camilla, pero no puedo
hablarle, creo que volveré a tener un episodio,
pero no puedo decirlo es como estuviera paralizado físicamente pero
consciente al menos ahora, la habitación se mueve a mi alrededor, y mi cuerpo
comienza a sobresaltar en la camilla, siento mis dientes morder mi lengua, mis
ojos dispararse de lados a lado, los movimientos son más bruscos, son segundos
eternos, hasta que ya no estoy.
He
despertado con Pedro dormido a los pies de mi camilla, Antonio estudiando,
imagino porque siempre está leyendo, y mamá dando vueltas de un lado para otro.
Siento
como si hubiese jugado a la lucha libre con Pedro toda la noche, realmente
adolorido y agotado, mamá se vuelve a mí con besos y sus ojos húmedos
intentando no asustarme fue entonces que Antonio la separa de mi para que
límpiese su rostro y en aquel momento irrumpen los médicos, ya no es la
enfermera y el doctor, ahora son dos doctores más y dos enfermeras, claramente
algo sucede conmigo.
El
doctor en sus manos sostiene mi ficha, se lo que es porque la enfermera iba
varias veces al día y me contaba el monitoreo que iban haciendo, aunque no
entiendo que es la presión, ella lo anotaba. Uno de los doctores recomienda
salir de la habitación para hablar con mamá, pero Antonio se acercó a ella, la
sostuvo de los hombros y le dijo al médico, que lo que fuese lo superaríamos
juntos y con la verdad, aunque fuese difícil, el médico asintió y dijo:
De
acuerdo al seguimiento y constante monitoreo que le hemos hecho a Martín estos
diez días, nos atrevemos a determinar que sufre de crisis epilépticas
generalizadas tónico-clónica, por ello se produce una pérdida brusca de
conocimiento, que motiva caída al suelo si se está de pie, como la que sufrió
Martín en su casa la primera vez, también provoca rigidez de todo el cuerpo en
un inicio, fase tónica y después movimientos rítmicos de todo el cuerpo, fase clónica,
como la sufrida ayer en su camilla, durante este tipo de crisis epiléptica es
común, lo que Martín experimentó sobre la mordedura de la lengua, hay ataques
que vienen con expulsión de orina,
labios amoratados. Al finalizar, se va recuperando poco a poco, en varios
minutos, y puede dormirse como Martín, éstas son las crisis epilépticas más
aparatosas y también unas de las más serias. Controlando con la medicación
adecuada para la epilepsia Martín podría llevar una vida relativamente normal.
Pude
percibir un desconsuelo inusual en mamá, Antonio desconcertado y Pedro, Pedro
solo apretaba mi mano, hasta que mamá con una forzada voz pregunta cuándo podrá
llevarme a casa, el médico dice que comenzaran con los medicamentos y dependerá
de cómo mi cuerpo responda, si todo sale según lo diagnosticado, mañana por la
tarde deberían darme el alta.
Estoy
ansioso de volver al cité, nunca pensé que extrañaría tanto a los vecinos,
incluso a los más gruñones, pero definitivamente no hay como estar en casa.
Pedro me dice que llegaron vecinos nuevos a la casa de don Juan, ahora tiene un
nuevo amigo, su nombre es Agustín, dice que se parece mucho a mí, que tiene
excelentes ideas, que han explorado nuevos lugares, él sigue escribiendo los
mapas y dibujando lo que ahora eran sus ideas, dice que Agustín también quiere
conocerme y que ya es parte de nuestro citéclub.
Me
siento feliz por Pedro, pues no es un niño que sirva para estar solo, su
energía es inigualable, tiene muchas ideas, un carisma excepcional y tiende a
hacer amigos con facilidad. Antonio dice que el vecino vive sólo con su abuela
y su papá, y que le han preguntado a mamá donde estudia Pedro para ir al mismo
colegio e incluso se ofrecieron a llevarlo y traerlo todos los días porque la
abuelita de Agustín es particularmente joven y tienen un auto rojo muy cómodo, Antonio
dice que es bueno porque mamá no tendría que correr entre el supermercado y la
escuela para ir por nosotros.
Mamá
se siente feliz por volver a casa, es como si ahora tuviésemos una nueva
oportunidad y los nuevos vecinos fueran parte de ella.
Vino el doctor a darme el alta y una bolsita con todos
mis nuevos medicamentos, me llevan en silla de ruedas a la salida, me hubiese
gustado jugar a los autitos chocadores con Pedro en las sillas, pero se quedó
en casa con la Tía Clarita.
Al
llegar a la salida vi a mamá con sus ojos esperanzados y de su mano un globo
azul que decía “Te amamos.”
Antonio
suelta mi brazo para abrir la puerta del taxi, debía caminar los 10 metros que
nos separaban desde la puerta de urgencias, fue entonces que pude sentir el instante
previo al ataque de epilepsia, una sensación de libertad, una epifanía, una
iluminación que agudiza y amplifica los recuerdos, las sensaciones, las
percepciones, y esos olores familiares llenos de amor, entonces vuelvo a caer,
pero esta vez la cuneta amortiguó mi caída, caída letal.
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