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Ausente

  Vi llegar desde el monte tres grandes embarcaciones, en ellas hombres muy bien uniformados y armados, quise pensar que vendrían en paz, pues en soles anteriores recibimos el ataque de tribus enemigas, por fortuna salimos vencedores. Al pisar tierra corrí a avisarle al Rey que unos “dioses” habían desembarcado en la isla adentrándose al imperio, esta información produjo una espontánea alegría en el Rey y en quienes estábamos ahí, el Rey propuso celebrar y darles la bienvenida como correspondía organizando una fiesta, fue entonces cuando vi reaccionar a un hombre, quien era la mano consejera del Rey, su nombre hoy ya no lo recuerdo, pero de aspecto malgastado y robusto, éste se acercó a nosotros y dirigiéndose al Rey dice:  robusto, éste se acercó a nosotros y dirigiéndose al Rey dice:  “Señor, tenga cuidado, quien nos asegura que son dioses y no enemigos, se habla del ataque que recibieron los Aztecas de parte de Alvarado, quien en una fiesta los embistió, no se fíe Señor, y nadie de

Conmoción

  La adrenalina en mi cuerpo era tal, que por más que mi raciocinio intentara controlar mi estado, mis sentidos se agudizaban con el calor del ambiente, el latir enérgico de mi corazón y la avasalladora presencia de la multitud que no daba tregua ante la majestuosidad del hecho. Mi mente intentaba instalarse en ese abrumador presente, pero la relación gestada entre el pasado esperando este presente me removía imaginando el futuro que debía enfrentar y la ansiedad que sentía por llegar a él, mi familia ansiosa quizás tanto o más que yo mirándome a unos cuantos metros con ojos inundados de algún sentimiento que hasta entonces no he querido traducir, los vecinos, don Federico, quien ha vivido en la casa de ensueños del barrio, estaba junto a su bastón sentado a distancia celada de mi familia, de mi madre, pobre anciana canosa de sesenta dolorosos años, mi padre, hombre distante y orgulloso, miraba con cierto temor y recelo a lo que podía venir, mis hermanos, críos difíciles pero ingenuos

Remordimiento Eterno

  Mi cuerpo saltó de un brinco… gritos desgarradores me despertaron; no supe cómo bajé las escaleras, y al llegar a la cocina vi a mi padre que estaba arrodillado frente a algo que al parecer lo mantenía inmóvil. Su atención estaba totalmente atrapada, tanto así que al llamarlo no me escuchó, sus manos estaban ensangrentadas. ¡Padre, papá! Exclamé, pero fue inútil y era de esperar su mirada y oídos estaban fijos en aquello. Papá desde la muerte de mamá se ha sumergido en un mundo donde no hay cabida para mí y si la hubo era para recriminarme por la ausencia de ella, desde entonces emprendimos vidas lejanas dentro de cuatro paredes. Al recordar a mamá, presentí que algo horrible había sucedido, bajé los peldaños que nos separaban para hablarle, pero no pude hallarlo; convencida de su abandono volví a mi habitación esperanzada de un pronto regreso y agudizando mis sentidos para saber el momento exacto de su llegada. Los días en mi cuarto se hicieron interminables, un extraño frío s

Común Inconsciencia

  Pude percibir entre los presentes que en su mirada escondía un odio penetrante simulado con una pena y desconsuelo, esa actitud en la que todos muy sínicamente y casi por cortesía acariciaban su espalda. Por el contrario, preferí no acercarme y mirar sus ojos casi regalándole confianza, pero fue inútil, no levantó la vista más que para rechazar un café.  La luna ya se hacía partícipe de esta fría reunión de vecinos empeñados en dividir la plaza de juegos de los niños, por rivalidades administrativas en la que el lucro personal y la falta de común-unidad se vio privilegiada, cuando entonces los disparates e ideas egoístas comienzan a inundar la sala, muchos de nosotros comenzábamos a retirarnos, entre ellos, esa mirada de odio que anteriormente observaba, ahora me perseguía. Caminé rápidamente por el parque, con el temor de conversar y con la certeza de haberla perdido, al llegar a casa, con el pecho oprimido vi todo el jardín destruido, la bicicleta en el suelo, las calas marchitas

Soplo

Nunca es fácil acostumbrarse a estas paredes, frías, blancas y vacías del típico gentío en casa. Quizás eso es lo que más añoro, los escandalosos pasos arrebatados de Black, nuestro labrador, o las discusiones y corridas con mi hermano Pedro, es el menor con 6 años, yo soy el afortunado hermano mayor, desventaja para Pedro, pues estaba siempre a mis servicios a veces abusivos, pero supongo que era parte de la vida de ser hermanos. Ahora es inevitable mencionar que mi fortuna no llegó muy lejos porque Antonio tiene 15 años, él hace que cada uno de nosotros cumplamos sus órdenes, pero de igual manera nos deja dormir con él cuando algo nos asusta. Recuerdo la llegado de Black, fue en una navidad en donde mamá a pesar de la negación de todo el año ante nuestra petición con mis hermanos, nos lo regaló. Fue el único regalo que obtuvimos ese año, pues las cosas no iban muy bien para ella, a pesar de sus horas extras en el supermercado, se le hacía muy difícil criarnos y mantener el arrien